«Estoy con la legionela» o «tengo un gonococo» son frases que se pueden escuchar tranquilamente en entornos científicos y que se pueden malinterpretar.
La primera se la escuché a una estudiante que estaba con el tema de la legionela; cuando la compañera le preguntó qué tal estaba, la otra contestó: «Estoy con la legionela». La cara de la amiga fue un poema y, por supuesto, se preocupó, le preguntó desde cuándo, cómo se había contagiado, qué había podido pasar, etc. Una situación mágica… hasta que se dieron cuenta de lo ocurrido.
La segunda frase sucedió en un laboratorio, donde una farmacéutica que estaba trabajando con sus bichitos dijo: «Tengo un gonococo». Las compañeras, pensando que tenía gonorrea, se quedaron un poco sorprendidas al ver que compartía esta información tan íntima de manera tan ligera… hasta que, igual que en el caso anterior, se percataron de la situación.
Por esto somos tan pesados los de lenguas con el contexto: nada es blanco o negro, sino que todo depende de la situación. Como trabajadores en el campo de los idiomas, necesitamos desarrollar este sexto sentido para ver venir este tipo de situaciones y evitar lo antes posible las consecuencias de una mala interpretación.