Depende de la ocasión, será una u otra.
La traducción es escrita y la interpretación es oral. Siempre así. Fácil y sencillo.
El traductor traduce libros, artículos, tesis, páginas web… El intérprete interpreta conferencias, discursos, entrevistas…
Cosas como «el traductor simultáneo» son incorrectas. Un traductor traduce textos escritos y un intérprete interpreta textos orales. La simultánea es una técnica de interpretación, con lo cual, no tendría mucho sentido que dijéramos «el traductor de simultánea», sino que diríamos «la intérprete de simultánea» o «el intérprete simultáneo».
Las dos disciplinas requieren un amplio conocimiento de idiomas, técnicas de expresión concretas, conocimientos del tema que se está tratando y una dedicación especial. Sin embargo, son técnicas de comunicación que nada tienen que ver.
La traducción, al ser escrita, permite manejar el mensaje de una forma más sosegada, se pueden revisar las construcciones o los términos, los cuales, incluso, se pueden comprobar con algún compañero o experto en el tema. Digamos que el ritmo de traducción lo marca el plazo de entrega y no tanto el contexto circunstancial del mensaje como sí ocurre en la interpretación.
La interpretación, al ser oral, es más rápida; requiere que el mensaje se pase en el momento y no deja tanto tiempo para encontrar la palabra deseada. Un buen profesional acude a las interpretaciones bien preparado, con conocimientos del tema y recursos orales del mismo en los idiomas en lo que vaya a trabajar.
Desde fuera, todos son traductores, ya que trasladan el mensaje de una lengua a otra. A los intérpretes muchas veces se los confunde con actores. Sin embargo, si has llegado hasta aquí, ya no te engañarán más y sabrás ver la diferencia.
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¿Sabías que el traductor de un libro no tiene por qué ser el intérprete del escritor en sus entrevistas en el extranjero?